El vestit humil, modest, del nostre amic, va portar a la guàrdia civil a tractar-lo amb violència, conduint-lo a la caserna de San Fernando. Durant el trajecte, per amagar la vergonya que provocava en ell la detenció, Miguel Hernández, de ràbia, va anar donant a les pedres amb el peu. Llavors, el van amenaçar de mort, dient-li: "Si no fos per aquella dona que ve caminant darrere nostre, et deixariem sec."
A l'entrar a la caserna, i sense més explicació, el cap li va bufetejar. Van seguir els cops, fins i tot amb unes claus que li van treure després d'un registre minuciós, en el qual van trobar a més, com a terrible prova, una quartilla encapçalada amb aquest nom: "Joan de Ocón." Els guàrdies civils d'aquell lloc no podien comprendre que un home amb aire camperol escrivís un títol per a una obra de teatre. "Aquest és un còmplice. Anda. Confessa." Així, colpejat, insultat, vexat, va romandre diverses hores a la caserna, fins que va poder telefonar a un amic de Madrid, que va respondre de la seva persona.
Assabentats d'aquest atropellament, ho denunciem al ministre de la Governació, i protestem, no per què la guàrdia civil exigeixi els seus documents a un ciutadà que li sembli sospitós, sinó per la forma brutal de fer-ho, ja que en lloc de limitar-se a comprovar la seva identitat, li han donat molts cops (sic) l'han maltractat i fins i tot, el van amenaçar de mort. Protestem per la vexació que representa el bufetejar un home indefens. Protestem d'aquesta classificació entre senyorets i homes del poble que la guàrdia civil fa constantment. En aquest cas que denunciem, Miguel Hernández és un dels nostres poetes joves de més valor. Però, quantes arbitrarietats tan estúpides i cruels com aquesta es cometen a diari a tot Espanya sense que ningú se n'assabenti! Protestem, en fi, d'aquesta falta de garanties que des de fa temps venim patint els ciutadans espanyols".
Encapçalava la protesta Federico García Lorca i seguien les firmes de José Bergamín, José María de Cossío, Ramón J. Sender, Antonio Espina, Arturo Serrano Plaja, César M. Arconada, Pablo Neruda, Maria Teresa León, Rosa Chacel, Miguel Pérez Ferrero (que en aquests moments treballa en la seva biografia d'Antonio i Manuel Machado), José Díaz Fernández, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Luis Cernuda, Luis Lacasa i Luis Salinas.
Font: Anecdotario de poetas
Miguel Hernández pidió el ingreso en el Partido Comunista a Rafael Alberti y María Teresa León después de los hechos que cuenta este Manifiesto de protesta colectivo que se publicó el 16 de enero de 1936 en El socialista bajo el título: "Protesta en favor del poeta Miguel Hérnández". Su lectura, que ha sido posible gracias al Anecdotario de poetas, es altamente recomendable. Dice:
El lunes, día 7 de este mes de enero, estando el poeta murciano (sic) Miguel Hernández pasando el día en las orillas del Jarama, fue detenido por la guardia civil, y preguntado, primero, qué hacía por aquellos lugares. Miguel Hernández contestó, sonriente, que era escritor y que estaba allí por gusto. El traje humilde, modesto, de nuestro amigo, llevó a la guardia civil a tratarle con violencia, conduciéndole al cuartelillo de San Fernando. Durante el trayecto, para ocultar la vergüenza que provocaba en él la detención, Miguel Hérnández, de rabia, fue dándoles con el pie a las piedras. Entonces, le amenazaron de muerte, diciéndole: "Si no por aquella mujer que viene andando detrás de nosotros, te dejamos seco."
Al entrar en el cuartelillo, y sin más explicación, el cabo le abofeteó. Siguieron los golpes, hasta con unas llaves que le quitaron después de un registro minucioso, en el que encontraron además, como terrible prueba, una cuartilla encabezada con este nombre: "Juan de Ocón." Los guardias civiles de aquel puesto no podían comprender que un hombre con aire campesino escribiese un título para una obra de teatro. "Este es un cómplice. Anda. Confiesa." Así, golpeado, insultado, vejado, permaneció varias horas en el cuartelillo, hasta que pudo telefonear a un amigo de Madrid, que respondió de su persona.
Enterados de este atropello, lo denunciamos al ministro de la Gobernación, y protestamos, no de que la guardia civil exija sus documentos a un ciudadano que le parezca sospechoso, sino la forma brutal de hacerlo, pues en vez de limitarse a comprobar su identidad, le golpease (sic) maltratándole y hasta amenazándole de muerte. Protestamos de la vejación que representa el abofetear a un hombre indefenso. Protestamos de esta clasificación entre señoritos y hombres del pueblo que la guardia civil hace constantemente. En este caso que denunciamos, Miguel Hernández es uno de nuestros poetas jóvenes de más valor. Pero, ¡cuántas arbitrariedades tan estúpidas y crueles como ésta se cometen a diario en toda España sin que nadie se entere! Protestamos, en fin, de esta falta de garantías que desde hace tiempo venimos sufriendo los ciudadanos españoles.
Encabezaba la protesta Federico García Lorca y seguían las firmas de José Bergamín, José María de Cossío, Ramón J. Sender, Antonio Espina, Arturo Serrano Plaja, César M. Arconada, Pablo Neruda, Maria Teresa León, Rosa Chacel, Miguel Pérez Ferrero (que en estos momentos trabaja en su biografía de Antonio y Manuel Machado), José Díaz Fernández, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Luis Cernuda, Luis Lacasa y Luis Salinas.